Reflexion sobre la formacion

 

Hoy me apetecía escribir una entrada un poco más personal. Llevo un tiempo reflexionando sobre lo que implica formarse en ciencias de la educación. Es una formación que lleva su tiempo, que exige mucha dedicación, y en la que los momentos de duda son bastante normales. Nos preguntamos si de verdad esto es lo que queremos hacer, si vamos bien encaminados, si seremos capaces de estar a la altura de una profesión tan humana.

Porque precisamente eso es lo que a veces me choca: estamos en una formación muy centrada en lo teórico, cuando en realidad nos preparamos para trabajos que están profundamente ligados al contacto humano constante. En un aula, no vamos a estar frente a libros ni leyes, sino frente a personas. Personas con historias, con problemas, con motivaciones y desmotivaciones, con diferencias y similitudes. Y será nuestro papel tener en cuenta todo eso para poder construir una convivencia de grupo, una dinámica que funcione, una relación de confianza.

Es quizás algo torpe lo que digo, pero dudo mucho que, cuando un alumno venga a contarnos algo que le preocupa, pensemos "ah, esto lo resuelve la LOMLOE". O que, cuando diseñemos una sesión, nos digamos: "aquí estoy aplicando el constructivismo". Personalmente, cuando yo creo una actividad, esos elementos teóricos no están presentes de forma consciente. Solo los menciono cuando me piden escribir un informe de prácticas, cuando tengo que poner en palabras lo que hice, lo que observé, lo que aprendí. Ahí sí que teorízo todo, incluso gestos o decisiones espontáneas que, en su momento, no pasaron por ninguna teoría.

Y me pregunto si no intentamos teorizarlo todo demasiado, cuando muchas veces simplemente actuamos, hablamos, escuchamos... sin filtros ni esquemas mentales. Porque a veces, educar es también eso: dejar que las cosas fluyan.

Por suerte, yo he tenido la posibilidad de hacer prácticas desde el primer año. Eso me permite salir del marco puramente académico una o dos veces por semana, poner en juego lo que aprendo, pero también ver qué tipo de profesional quiero llegar a ser. Aquí en Madrid, en cambio, los compañeros con los que comparto clases no van al terreno hasta tercero. Yo, sinceramente, no habría aguantado. Habría dejado la formación bastante rápido si no hubiese tenido ese contacto directo con el entorno educativo.

Hablando de eso, me doy cuenta de que no es el marco "académico" el que genera esta distancia, sino el marco universitario en sí. En Suiza, por ejemplo, yo estudio en una HES (Haute École Spécialisée), que está muy vinculada a la práctica, pensada para facilitar la inserción profesional. No es exactamente una universidad, pero sí se considera educación superior. Por eso me pregunto si en España no existe una vía formativa en educación donde la práctica esté integrada desde el inicio.

Poder estar en contacto con un centro educativo desde el primer año me parece fundamental. No solo para irse formando poco a poco, sino para comprobar si de verdad nos vemos en este oficio. Porque he conocido a personas que, después del primer año, se dieron cuenta al pisar un aula de una escuela primaria que eso no era lo suyo. Y creo que es mejor darse cuenta a tiempo que construir una trayectoria sobre algo que no encaja con uno mismo.

En fin, hoy era más una necesidad de expresar este cruce entre lo teórico, lo práctico y lo humano. La educación no es un sistema que se memoriza, es un espacio que se habita. Y a veces, es ese contacto real el que nos recuerda por qué elegimos este camino.


Comentarios